viernes, 29 de julio de 2011

La limpieza siempre es en tu casa.

 Si vas a leer el texto con el corazón, antes dale al PLAY.

 


La felicidad es la ausencia de miedo. Por miedo, dejamos de decir, hacer y sentir otras cosas. No nos podemos permitir el lujo de reconocer que tenemos miedo y en consecuencia, nos sentimos como perros acorralados. ¿Reacción? Rabia, dolor, ira, frustración, impotencia. Como niños/as indefensos ante la decisión de unos padres que no saben hacer las cosas mejor. Porque a ellos también en su pasado, les faltó cariño, atención y sobretodo amor. Idealizamos sus posturas y adoramos su ética. Nos rendimos y nos postramos ante ellos, creyendo con total ceguera que sus decisiones son lo mejor para nosotros. Si no podemos perdonar nuestros actos, no podemos perdonar los de nadie; entonces no podemos aceptar que somos esa persona a la que odiamos. Esas personas con toda su trama, todas aquellas cosas que odiamos de nosotros/as mismos/as, y todas aquellas cosas que nos gustan. Pero, es más fácil tirar piedras al vecino, que no a uno mismo. Puedo ver en los demás aquello que odio de mi mismo/a. Pero no puedo aceptar de ninguna manera posible, que nosotros somos aquella persona a la que odiamos. No nos podemos exigir tener siempre la lucidez mental de reconocer en todo momento que no nos aceptamos tal y como somos. Esta dentro de nuestra naturaleza sentir. Y cuando digo sentir, es todo el abanico de sentimientos, con sus matices y sus grados. No puedo decirle al de al lado que es imposible que sienta frío, porque simplemente YO no tengo frío en ese momento. ¿Quién soy yo para decidir si esa persona siente o no frío? ¿no es absurdo? A veces no podemos evitar decir las cosas tal y como las pensamos, y eso nos hace parecer los más sinceros/as del mundo, y bajo mi punto de vista, por experiencia propia, se que esa no es la manera. Podemos hablar y decir, pero no deberíamos desahogarnos con los que nos rodean, solo porque nos sintamos solos, desprotegidos o desamparados. Esa, es una gran manera de hacer daño a alguien, y lo tapamos poniéndonos la etiqueta de sincero/a. Otra manera de huir, de tapar y esconder los sentimientos es ésta. No queremos saber nada de ellos porque implican un dolor sumamente grande y descontrolado. No sabemos por donde empezar y eso nos da MIEDO
Miedo a empezar a desenterrar todas aquellas cosas que nos hacen sufrir día a día. Una gran mochila llena, que cada vez nos deforma más la espalda. Cada situación nos ha supuesto una carga que no nos merecemos, y que sin darnos cuenta la arrastramos hasta la saciedad. Y es solo cuando morimos de sed que pedimos agua.