viernes, 6 de noviembre de 2009


¿Has tenido alguna vez esa sensación de que no pesas, que estas flotando, más bien nadando, y todos tus movimientos se ralentizan hasta el punto de que cada gesto se convierte en lo más sutil, lo más elegante, lo más suave, y lo más exuberante? Yo ayer tuve esa sensación, no era cuerpo, solo mente.
El cuerpo ya no suponía una cárcel, ni tampoco una dependencia, se podían separar y créeme no era tan difícil, el corazón latiendo con fuerza, lo notaba en todo mi ser, las yemas de los dedos se calentaban e incluso sudaban.
Me siento tranquila, y no veo la necesidad de huir, puedo estar en un sitio sin tener miedo a fracasar, poco a poco recupero esa confianza y veo que la vida no es solo vida, que hay tantos detalles que me pierdo, y que me gustaría retenerlos en mi mente para siempre, y cerrar los ojos y verlos y sentirlos como la primera vez. Como cuando hueles el perfume que te recuerda a alguien o incluso a ti mismo en otro momento de tu vida, o como cuando te duermes en el metro y sin darte cuenta se te queda la boca abierta, todos miran pero tu solo sueñas, el tacto de las páginas de un libro, el sonido que hacen cuando las pasas, el calor que desprende una taza de chocolate caliente, el olor a madera quemada, la suavidad del pijama desgastado de invierno que hace años que usas y que no te dignas a tirar porqué sabes que no encontraras otro que huela igual; el sabor que le da la miel al té, una película un sábado después de comer en el sofá de tu casa, oír crujir el pan recién hecho, escuchar a tu abuela tocar el piano, que te despierte el hocico mojado de tu gato, tocarle la tripa y notar su calor, unas acuarelas en un lienzo, quedarte embobado mirando los pies de la gente que pasa, todo eso y más, en un día normal, donde montones de vidas se cruzan.

miércoles, 4 de noviembre de 2009


Estoy más vacía que un sauce enfermo, incapaz de curarse, incapaz de moverse por su propio pie, en busca de un alimento que al fin y al cabo no me voy a llevar a la boca, porque me aburre, me cansa y me deja indiferente. Ironías sutiles que descomponen mis raíces, algo huele a putrefacción, pero no se de donde viene ese nauseabundo olor, que se extiende y se amontona en mi nariz.
¿Algún día podré saber de donde viene? Puede ser, pero esa respuesta solo la sabe el tiempo.